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La media de público que nos reunimos el pasado sábado en la Sala Stereo éramos aquellos que hace 20 años teníamos veinte años. Hace veinte años que éramos unos chavales descubriendo que había música más allá de los 40 principales, y es más, que podíamos hacerla nosotros mismos.

En los 90 hubo una auténtica revolución de grupos de música en la provincia de Alicante, hablo de decenas de bandas, muchas decenas… sólo unos pocos llegaron a profesionalizarse más o menos, algunos de sus componentes incluso siguen actuando en nuevas bandas actualizadas a los nuevos tiempos… pero creo que se puede contar con los dedos de la mano, las que siguen activas conservando nombre y actitud. Y La Cripta es una de ellas.

No se puede decir que sea una banda pasada de moda, porque nunca estuvo de moda. Ni siquiera cuando tuvo su momento álgido el rock combativo a mediados de los 90; ellos no eran combativos ni querían parecerlo. Ellos siempre deambularon por el punk rock ramoniano, y se crearon alrededor un universo particular, aislado, repleto de curiosos personajes como el dibujante de cómics «tremendo-cachondo-violentos» Ladrón, siempre cerca de la banda; o Kojak, el manager, siempre con su sombrero de cowboy y su chaleco, que parece uno de los personajes imposibles salidos de un cómic de Ladrón (espera un momento: ES un personaje de los cómics de Ladrón). Y ese universo sigue existiendo: esos personajes seguían estando entre el público 20 años después.

El sábado La Cripta decían que querían darse un homenaje, actuando y grabando un disco y DVD en directo, porque 20 años bien lo vale. Se podría pensar que trataban de homenajear en realidad al público que les había seguido todos estos años. Yo creo que más bien fue una excusa, para hacer eso que a todos los hace mucho que ya no tenemos 20 años nos encantaría hacer: volver a reunir por unas horas a toda esa gente que estuvo allí al principio, en Rockopolis, en el Abraxas o en el Apache… para volver a juntar a los ex-Cripta, como el Rana, todo un precursor del DIY con su sello discográfico alternativo KAK Records.

Y salieron al escenario y lo dieron todo, con Ritchie al frente, tan frenético como el primer día, pasando más tiempo entre el público que sobre el escenario; y Caparra -otro de los veteranos imprescindibles para contar la historia del punk en Alicante- con su pose impasible y contundente, fruto de muchos años de tablas. Cinco tíos con una puesta en escena cuidada, porque no es sólo música; estamos hablando de punk rock, estamos hablando de actitud. Cinco a los que se sumaron varios excomponetes para unirse a los micros cuando tocó volver a sacar a la luz su ya mítico himno, Alacant Raw Power; uno de esos temas que no hace falta que te recuerden pese a los años: ya nos lo tatuaron en su momento.

Un grupo que suena bien, potente, me decía un amigo al final del concierto. Joder, llevan veinte años haciendo punk rock, le respondí: si esta gente no sabe lo que está haciendo, nadie lo sabe.